domingo, 28 de mayo de 2017

EXPEDICION A CHOQUEQUIRAO

                                                                           Texto y Fotos: Kathiuska Barrio.


Escondida en lo alto de una escarpada montaña se encuentra esta ciudadela inca. Choquequirao, que en quechua significa cuna de oro, está ubicada en la región del Cusco, al sur del Perú. Esta ciudadela edificada en los últimos años del imperio incaico fue posiblemente un asentamiento político y administrativo que luego sirvió de bastión y refugio durante la resistencia Inca contra los conquistadores.

“…son las ruinas de una ciudad inca situada entre las estribaciones del nevado Salcantay, y bajo la jurisdicción del distrito de Santa Teresa, provincia de La Convención, departamento del Cuzco, al sur del Perú.
Los monumentos arqueológicos de Choquequirao están conformados por edificios y terrazas distribuidas en diferentes niveles, desde el nivel más bajo Sunch'u Pata hasta la cima truncada más alta, la cual fue nivelada y cercada con piedras para formar una plataforma con una área aproximada de 150 metros cuadrados. 

Choquequirao (a veces también como Choqequirau o Choquekiraw) es conocida como la "hermana sagrada" de Machu Picchu por la semejanza estructural y arquitectónica con esta. Recientemente, estando parcialmente excavada, ha despertado el interés del gobierno peruano por recuperar aún más el complejo y convertirlo en una alternativa más accesible para los turistas interesados en conocer más acerca de la cultura Inca.” (informacion extraida de Wikipwdia: https://es.wikipedia.org/wiki/Choquequirao).

Hoy se puede apreciar apenas un 30 % de sus edificaciones, el resto ha sido cubierto por la vegetación. Dicen que cuando terminen los trabajos de rehabilitación y limpieza, que desde 1992 lleva adelante el Plan Copesco, este complejo será aproximadamente tres veces más grandes que Machu Picchu (tiempo 26.com)

Del 17 al 20 de abril del 2017, tuve la oportunidad de visitar éste centro arqueológico, caminando tal cual lo hicieron hace mas de quinientos años los primeros exploradores. Comparto con ustedes la cronología del viaje:

Lunes 17:

6:30 am: Si bien salimos con una hora de retraso, eso no nos impidió disfrutar el camino que une la ciudad del Cuzco con el pueblo de Cachora ubicado en el departamento de Apurímac a 2900 metros sobre el nivel del mar, a cuatro horas de Cusco. Fue un viaje pesado con muchas curvas por lo ver el letrero de “Bienvenida a San Pedro de Cachora” fue realmente reconfortante. Llegando nuestro cocinero, Raul, nos preparó el almuerzo (aunque no lo crean ese día almorzaríamos antes de mediodía) así empezaríamos la caminata directamente hacia el primer campamento. Mientras Raúl cocinaba, aprovechamos para dar una vuelta por la plaza del pueblo, frente a nosotros nos encontramos con el Apu Padrayo un poco nublado pero igual muy imponente y hermoso. Siendo las once de la mañana nos llaman a almorzar y en la mesa nos recibe una crema de choclo deliciosa acompañada con unos pancitos al ajo y para cerrar unos fideos en salsa de tomate, alverjitas y queso, realmente muy apetitos pero no pude terminarlo porque fue demasiado y para bajarla un matecito de coca, claro, todo incluido en la expedición. A continuación contratamos un auto tipo stationwagon que nos acercó hasta el abra Capuliyoc a 2955 m.s.n.m. un excelente mirador, desde donde dimos inicio a la caminata a Choquequirao distante a treintas kilómetros de nuestra ubicación, aproximadamente, en un primer día de descenso a los más profundo del cañon del Río Apurimac, siendo la idea llegar al campamento de Playa Rosalinda que se encuentra ubicado en el kilómetro 21 a 1600 msnm. El descenso hasta acá nos ha tomado promedio seis horas con sus respectivas paradas y merecidos descansos porque han sido en promedio unos 1400 metros de desnivel. Ahora tocaba cenar, asearse un poco dentro de lo posible y descansar temprano ya que al día siguiente debiamos levantarnos muy temprano, a las cuatron de la mañana, para emprender nuestro segundo dia de caminata, en el cual con suerte el sol nos acompañaría por mucho tiempo durante el ascenso.

Martes 18:

Suena el despertador a las cuatro de la mañana, pero esta vez no es para ir a la oficina. Me levanté inmediatamente para poder meter la bolsa de dormir con todo el tiempo suficiente ya que la primera vez me fue difícil, pero en esta oportunidad todo fue bastante bien y me dio suficiente tiempo para cambiarme, volver a acomodar la mochila e ir a tomar desayuno. Nos esperaba avena, todo tipo de infusión, café, pan tostado y una tortilla de huevo con hot dog y algunas hierbitas que no supe identificar. Ya con el estómago lleno y el corazón contento emprendimos el camino; esta vez nuestra primera parada es el campamento de Marampata en el kilómetro veintinueve donde nos esperara el almuerzo para que nos de fuerzas de subir los tres kilómetros faltantes para llegar finalmente a Choquequirao. Si alguna vez alguien les conto que el camino era duro les mintió, es EXTREMADAMENTE DURO, conté cada kilómetro que avanzaba como un tesoro. Ya bordeando el kilómetro veintinueve encontré un cartel que decía Marampata y fui muy feliz, pero por breves minutos ya que solo era un kiosko y el campamento estaba más adelante, felizmente no tanto, ya que como a quinientos metros ya vislumbraba el pequeño caserío. Siempre es tan gratificante lograr tus objetivos. Ahora solo me quedaba buscar nuestro campamento, que se encontraba casi al final del caserío, Arístides el arriero y Raúl nuestro cocinero ya estaban en toda la faena esperándonos. Este recorrido me tomo en promedio 4 horas el ascenso, aunque a mis compañeros les tomo dos horas adicionales, las cuales aprovheché para un merecido descanso. Ya estando todos juntos almorzamos para después emprender nuevamente el camino a Choquequirao.

A las dos de la tarde aproximadamente, iniciamos el camino que me tomo dos interminables horas, hasta que al fin nos recibe la fortaleza, primero con sus andenes que son de contención para que las ruinas se mantengan intactas, continuando el contorno de estos andenes llegamos finalmente a la plaza desde donde se puede observar las construcciones que hacían de habitaciones algunas de ellas incluso fueron construidas con dos niveles y acceso tanto por arriba como por abajo, luego fuimos a ver los andenes más conocidos como “las llamitas”, 138 terrazas de cultivo que van desde la parte superior del cerro hasta el rio inclusive, por obvias razones no llegamos hasta el final ya que solo bajar unos pocos andenes nos tomó media hora y una hora más de retorno, lo curioso es se han encontrado 28 figuras con roca blanca como incrustaciones con la forma de una llama, de ahí que proviene su nombre. De vuelta a la plaza subimos hacia el Hanan o parte alta de la fortaleza donde se puede apreciar la formación de la canaleta de agua que va desde la punta del cerro hasta la parte más baja de la ciudadela, esta era utilizada para los cultivos y consumo diario de la población, toda una obra de ingeniería y también se encuentran las habitaciones de los soldados que desde este tipo de torreón cuidaban y vigilaban la ciudad, lamentablemente ya no nos dio tiempo de visitar más lugares ya que para entonces eran como las 6pm y las nubes empezaban a cubrir toda la ciudad, entonces empezó el retorno a nuestro campamento, el cual fue atípico ya que regresamos completamente a oscuras; el camino duro dos horas y llegamos justo para la cena bastante cansados y con hambre cenamos y a dormir ya que tenemos que levantarnos temprano para bajar sin mucho sol.

“Por siglos Choquequirao permaneció oculta en la región de Vilcabamba. Este asentamiento fue construido en los últimos años del Tahuantinsuyo y durante la Colonia fue ocupado por los rebeldes liderados por Túpac Amaru I.”
(http://larepublica.pe/turismo/destinos/730491-de-choquequirao-machu-picchu-una-de-las-rutas-mas-soberbias-del-planeta).

Miércoles 19:

La lluvia nos arrullo toda la noche y felizmente ya a las cinco de la mañana paro de llover así que podremos caminar con más comodidad. A las seis de la mañana ya en pie hay que acomodar todo y tomar el desayuno, para variar Raúl nos sorprendió con una torta de naranja exquisita, perfecto para cargar energías para la mañana que nos esperaba. Ocho de la mañana, empezamos a bajar, fueron ocho kilómetros de bajada desde Marampata hasta playa Rosalina a orillas del río Apurímac, creo que nunca había caminado tanto solo de bajada, mis rodillas se portaron a la altura pero pasando el puente igual aplique un desinflamante y tome una pastilla para la inflamación, creo que esto ayudó mucho porque ciertamente las rodillas las sentí bastante cansadas y todavía nos falta subir tres kilómetros hasta el campamento de Chiquisca, llegamos literalmente destruidos porque todo el recorrido es una pendiente intensa y el sol nos acompañó todo el camino, llegar fue un verdadero alivio. Para esto Raúl ya nos tenía el almuerzo, después pudimos descansar un par de horas bastante reponedoras ya que nuestro destino final donde pernoctaremos es en el campamento de Cocasana tres kilómetros más nuevamente de subida un poco menos intensa que la anterior, pero con el cansancio se sintió igual de agotador. Ahora toca cenar, disfrutar de la noche y descansar temprano, para mañana concluir con la ruta.

                

                

Jueves 20: 

Hoy es nuestro último día y se mezcla el placer de haber concluido exitosamente la jornada con la pena de tener que irte, son las seis de la mañana y hay que alistar las cosas, en unos minutos más a tomar desayuno, 7:20 empezamos a subir, tenemos que llegar hasta el primer mirador donde iniciamos la ruta son como 3 kilómetros en ascenso que a paso lento lo haces en dos horas, para las 9:30 ya estaba en el mirador disfrutando de la vista con nostalgia de haber concluido esta aventura.


Tomamos una movilidad al igual que al principio que nos llevara hasta Cachora, el costo es de siete soles, que los valen por completo ya que te ahorran diez kilómetros. Llegamos a estirar las piernas por el pueblo donde había un mercadillo donde dimos una vuelta y luego a almorzar para finalmente tomar la movilidad de regreso a Cusco que nos debe tomar aproximadamente 4 horas para llegar, y así fue, luego de este tiempo llegamos donde empezamos, Cusco.

Buscando información adicional que compartirles de otras páginas, encontré la siguiente que tiene información que a mi criterio es bastante precisa, resumida y a la vez detallada para quien este interesado en esta maravillosa aventura, entonces aquí la dejo: http://mochileros.org/choquequirao-peru/, hasta una nueva aventura amigos viajeros!!






sábado, 6 de mayo de 2017

EXPEDICIÓN A LA RESERVA NACIONAL DE SAN FERNANDO


Luego de entrenar en la Reserva Nacional de Paracas los meses de enero, febrero y marzo, acumulando casi ochenta kilómetros de recorrido el grupo estaba listo: Ivan Canturin, Jelly Ocaña y Kathiuska Barrio con quienes recorreríamos una nueva ruta, nunca antes explorada por nosotros, mucho más al sur de lo que estamos acostumbrados en la Reserva Nacional de San Fernando.




“La Reserva Nacional San Fernando (RNSF) está ubicada en parte de los distritos de Santiago (provincia de Ica), Changuillo, Nazca y San Juan de Marcona (provincia de Nazca) en el departamento de Ica. Su extensión es de 154,716.37 hectáreas. Comprende dos sectores muy diferentes entre sí. En el lado norte se encuentra una zona relativamente accesible, conformada por las desembocaduras de los ríos Ica y Grande, los cuales colorean el gran desierto iqueño con sus bosques ribereños. También se ubican algunas playas de arena donde se forman humedales estacionales cercanos a la Punta Caballas.” (Información oficial obtenida de http://www.sernanp.gob.pe/san-fernando).

Foto K. Barrio.
Foto K. Barrio.










Llegamos muy temprano, al amanecer, el día jueves 13 de abril del 2017, a la localidad de Marcona donde luego de tomar desayuno hicimos las coordinaciones para contratar la movilidad que nos llevaría al extremo sur de la bahía de San Nicolás, en la playa La Pedregosa, punto de partida de nuestra caminata. Corresponde hacer una especial mención a la Señora Lilly Salcedo, recomendada por nuestro amigo Kike Antón, propietaria de la empresa Marcona Travel (marconatravel@gmail.com), la principal agencia de turismo de Marcona que en medio de sus múltiples ocupaciones se dio un tiempo para conseguirnos la movilidad y orientarnos con los trámites de ingreso. 

A las ocho de la mañana ya teníamos una movilidad de nuestra disposición que nos llevó a las oficinas de la empresa minera Shougang, concecionaria de la explotación del cobre en la zona, para que nos “autorizaran” transitar por el desierto para poder acceder a la Reserva. Si bien nos dieron una autorización inicial, en documento escrito, cuando nos tocó pasar el puesto de control nos negaron el ingreso porque para ellos era inconcebible que pretendiésemos caminar cincuenta kilómetros, en tres días, por el desierto hasta la localidad de Puerto Caballas. Luego de insistir y no perder el control, pudimos acceder.

Siendo las nueve y treinta de la mañana nuestra movilidad nos dejó en la playa La Pedregosa, desde donde dimos inicio a la caminata, recorriendo en dirección noroeste la bahía de San Nicolás, con vista al mar y viento a favor, respirando la brisa marina, para luego elevarnos unos doscientos metros sobre el nivel del mar a la altura de la playa La Chorrera, cuyo camino nos conduciría a la frontera sur de la Reserva Nacional de San Fernando, delimitada por un hito solitario, en una zona que en el mapa se denomina Mancha Blanca. Cruzamos la frontera a eso de las cinco de la tarde. A poco más de un kilómetro encontramos el puesto de control de la reserva en el cual fuimos muy bien atendidos por el personal del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), con quienes acampamos, habiendo completado ese día los primeros veinte kilómetros.


A la mañana siguiente, mapa en mano y con el apoyo del personal del SERNANP, conocedores de la zona, trazamos nuestra ruta para los dos días siguientes, siendo autorizados para transitar por zonas intangibles a condición de no alterar en lo más mínimo el equilibrio ecológico, lo cual cumplimos. A golpe de ocho de la mañana dimos inicio a la caminta, escasos cinco kilómetros de iniciada la misma nos topamos con una zona de propiedad privada (dentro de la reserva) en la cual existe una suerte de alberge turístico al parecer de lujo o algo así, lo vimos de fuera, lo vimos de lejos pero ahí estaba. 

 



“La parte sur comprende la ensenada de San Fernando, las lomas costeras y los inaccesibles acantilados del cerro Huasipara. Este cerro es el más alto de la costa peruana (1790 m.s.n.m.), el cual es alzado por la placa de Nasca al chocar con la Continental. 

La ensenada de San Fernando, protagonista del área protegida, es un accidente geográfico único en el litoral peruano. Está conformado por dos puntas o penínsulas que se proyectan en el mar y que están muy cercanas entre sí (de manera paralela) con un gran islote en el centro. Esta zona es relativamente aislada y muy poco visitada. Recién en la última década, el flujo de visitantes ha aumentado considerablemente.

Concentra una rica diversidad biológica marina y marino-costera, incluidos lobos, nutrias, pingüinos y cetáceos. Del mismo modo, en la zona se encuentra fauna típica de la sierra representada por guanacos y cóndores que descienden hasta casi la franja marina –alentados por la vegetación de lomas y la fauna– por un frágil corredor biológico.” (Información oficial obtenida de http://www.sernanp.gob.pe/san-fernando)

Este segundo días nuestro recorrido fue por punta San Fernando con vista a la encenada del mismo nombre, lamentablemente no vimos cóndores ni guanacos, pero tomamos nota de la existencia de un corredor bilógico cuyo trazo completo es un misterio pero que conecta la reserva con pampa galeras, trazo que algún día descubrir. El camino que conecta el lado sur con el lado norte de la reserva era un misterio y para ubicarlo tuvimos que recurrir a las huellas que dejan las únicas personas que trasnitan por ahí: los recolectores de algas. A golpe de seis de la tarde decidimos levantar el campamento en una playa sin nombre, muy cerca de las Loberías de San Fernando, al inicio del cerro Cuesta del Diablo (si el Diablo le puso su nombre, debe ser bueno), con vista al atardecer y enfrentando el viento más fuerte que haya visto en mi vida, mucho más poderosos que los vientos de la Reserva Nacional de Paracas, los cuales con las justas nos permitieron armar las carpas, habiendo completado ese día quince kilómetros.

“La RNSF es la segunda área natural protegida (después de la Reserva Nacional de Paracas) que protege áreas marítimas en una zona donde los afloramientos en el mar y la diversidad biológica resultante, las corrientes marinas, los bosques relicto, las lomas, los arrecifes y demás accidentes geográficos, los vientos, la belleza paisajística, los valores arqueológicos y el aislamiento, se concentran, originando lugares prioritarios para la conservación.” (Información oficial obtenida de http://www.sernanp.gob.pe/san-fernando)

Foto K. Barrio.
El tercer día fue para nosotros el más intenso y técnico. Partiendo de la Lobería de San Fernando, nos tocó recorrer por un estrecho y casi invisible camino de herradura por los acantilados de la Cuesta del Diablo, por más de ocho Kilómetros, siguiendo la ruta de los recolectores de algas y tal vez de los antiguos peruanos que habitaron dicha zona hace más de dos mil años. Luego de ocho kilómetros de recorrido alcanzamos la parte más alta desde donde visualizamos la desembocadura del Río Grande a cuya rivera llegamos a golpe de las dos de la tarde. Una vez allí tocaba cruzar al otro lado del río, pero ¿Cuál sería la ruta más segura para hacerlo?, la respuesta a esa pregunta nos la dieron generosamente unas personas que en dicha zona se dedican a la recolección y secado de algas marinas, gracias a ellos pudimos atravesar el río por una ruta segura, con el agua hasta la cintura, haciendo el río honor a su nombre: Río Grande.

Foto K. Barrio.
Arpoximadamente a las cuatro y treinta de la tarde llegamos a la localidad de Puerto Caballas, cuyo recuerdo viene a mi desde que leyendo la biografía de Don Ricardo Palma, descubrí que él naufragó en dicha zona en el siglo XVIII. “En la época colonial y del virreinato alcanzó importante notoriedad en todo el litoral del sur del país por el contacto directo con España. Siglos atrás, por Puerto Caballa se exportaba a Europa el vino que se producía en el valle de El Ingenio y también era el punto de llegada de esclavos negros. En el periodo de la emancipación perdió importancia y se dejó de oír su nombre y pasó al olvido. La playa está ubicado a dos horas del distrito de Changuillo. En el camino, el visitante observará las inmensas deformaciones del desierto de Granadal, Mal Paso, Pan de Azúcar, Caracoles y Pampa de Moco.” (Texto de Harold Aldoradín Ortiz publicado en http://diariocorreo.pe/ciudad/las-sirenas-de-puerto-caballa-434376/). En dicha localidad, olvidada por el tiempo, terminaba nuestra travesía, completando ese día unos quince kilómetros mas, para un total de cincuenta kilómetros para nuestros tres días de caminata. A las cinco en punto , luego de almorzar un pescadito frito, partiría para suerte nuestra, una camión que nos llevaría a Palpa, coincidentemente el mismo camión que nos llevó el año pasado cuando concluimos la expedición al Cañón de los Perdidos.

Foto K. Barrio.