domingo, 9 de junio de 2019

BUSCANDO LOS ANTIGUOS OASIS DE ICA, VERANO DEL 2019


Resulta difícil imaginar que en un pasado no muy reciente la ciudad de Ica y sus desérticos alrededores contaban con cuatro oasis conocidos con los nombres de Orovilca, La Huega, Huacachina y La Victoria, en los cuales los iqueños, incluido mi abuelo Oscar Ormeño Matta,  compensaban su lejana distancia con las playas del litoral, en aquellos tiempos en los escaseaban la vías de comunicación y los medios de transporte para llegar a la playa mas cercana, Carhuas, ubicada a sesenta kilómetros de la ciudad. Estos oasis, de lo que he podido averiguar, contaban con vestidores, pequeñas zonas de tránsito, venta de alimentos y demás servicios que hacían aun mas viable su visita, además todos contaban de alguna manera con alguna mágica leyenda o alguna supuesta propiedad medicinal que hacían mas atractiva aun la estadía de los visitantes.

Con el tiempo, estos oasis cuyo origen estaba en filtraciones de agua de la napa freática, empezaron a desaparecer debido a la explotación irracional del recurso hídrico a través de la excavación de pozos en la zonas agrícolas de Ica, lo cual termino por dejar sin agua a los oasis, los cuales terminaron por secarse y pasar al olvido, con excepción de La Huacachina, el cual actualmente existe de manera artificial gracias al bombeo de agua, sin lo cual habría seguido el destino de los otros.  

Verano del año 2019, a casi cien años de distancia de aquellos tiempos en los que mi abuelo, nacido en la ciudad de Ica, posiblemente los cálidos domingos de verano, visitaba alguno de esos oasis para refrescarse en sus aguas, se nos ocurrió en el marco de nuestras clásicas caminatas del desierto trazar algunas rutas que nos permitan visitar en el camino los vestigios de lo que fueron algunos de estos lugares. Es así que luego de una intensa búsqueda en el google pudimos ubicar los restos de la Laguna Orovilca, ubicada a 3,3 kilómetros al sur de Laguna de la Huacachina. Para esto trazamos una ruta partiendo desde la panamericana sur, aproximadamente desde el kilómetro doscientos setenta y seis,  que nos llevo a través del cálido e impiadoso desierto iqueño, prácticamente en línea recta hasta toparnos con la Laguna Orivilca, llegando a ubicar inclusive los restos de su precaria carretera de piedras y ripio que en algún momento facilitó la llegada de sus visitantes. Esta vez nos toco verla sin agua e invadida por huarangos, lo cual nos dice que algo de humedad queda y que tal vez no todo esta perdido, tal vez se podría revivirla artificialmente y construir un refugio o alberge rustico, como un proyecto turístico alterno y opuesto a La Huacachina. 


Otra de las lagunas que cuenta la historia es la de La Victoria, ubicada a 2.4 kilómetros al noreste de La Huacachina y si bien su acceso es por la antiguo Camino al Barrio de La Victoria, nuestro acceso estuvo trazado desde el desierto mismo. En la actualidad, lo que fue este oasis se encuentra completamente seco, convertido por la población en un canchón de futbol, sobre lo que alguna vez hubo una infraestructura turística importante. 


Si el destino final del Oasis La Victoria fue convertirse en campo de futbol, el destino de la Laguna La Huega, fue peor, ubicada a solo 1,5 kilómetros de La Huacachina  al sur de Huacachina y separada de esta por solo dos gigantescas dunas, en la actualidad terminó como un botadero de basura, desde el cual los fuertes vientos de la zona distribuyen parte de esta por el resto de desierto.

Finalmente, las dos rutas trazas en la zona, ejecutadas en los meses de enero y febrero del 2019, nos condujeron a La laguna Huacachina, ubicada a cinco kilómetros al oeste de la ciudad de Ica y cuya llegada nos costó en promedio veinticinco kilómetros en cada una de las caminatas, empezando desde la carretera panamericana. La Huacachina se muestra como un verdadero oasis natural en medio del desierto, pero como ya lo hemos dicho, su existencia es artificial. Lo bueno es que tiene una infraestructura bastante desarrollada, pero con poca tranquilidad por la noches del fin de semana para descansar luego de haber caminado doce horas por el desierto.


Ya para cerrar la temporada, en el mes de marzo, visitamos otro osais, La Palma, en el desierto de California, en la Localidad de Pisco, del cual ya he tenido el gusto de escribir en este blog. Ese si es un oasis en el que pudimos disfrutar de la paz y tranquilidad que nos merecíamos, luego de trotar algunos kilómetros nocturnos por el desierto.