Este año nuestra clásica caminata al desierto se trasladó un poco más al sur de la ciudad de Ica y dejó atrás las arenas de la Reserva Nacional de Paracas, la cual solo recorrimos durante los meses de enero, febrero y marzo en plan de entrenamiento: El Chaco – Lagunillas – El Chaco (25 km); Pozo Santo – El Chaco (25 km); y Punta Pejerrey – Lagunillas (la vuelta a la Península de Paracas: 25 Km). Pero este año soñábamos con más, una ambiciosa caminata de sesenta y cinco kilómetros a través del desierto de Ica, con un atractivo especial el recién descubierto Cañón de los Perdidos y un atractivo no previsto en los planes, un oasis en medio de la nada que nos terminó sorprendiendo por sus dimensiones y contenido natural.


DATO. El “Cañón de los Perdidos” debe su nombre a que los miembros de la APTYCO, José Albites, Pedro Neyra y Willy Arcos y dos invitados, con la inmensa ilusión de llegar al lugar, se perdieron al tomar una ruta equivocada.” (Artículo publicado el 15 de junio del 2015, escrito por Harold Aldoradin Ortiz, extraído de la versión web del Diario Correo)

“Km 366 de la panamericana sur, para quien transita continuamente por esta ruta, o incluso para quien no, sea irrelevante el punto de referencia; sin embargo para mi representa el inicio de una experiencia única en el contacto con el desierto que inicio este año como un cambio en las rutas treckeras que en mi corta experiencia solo había realizado en montaña.

Valió la pena el esfuerzo, llegando la noche el cielo estrellado y la luna llena alumbrando nuestro campamento no podía ser más gratificante, y claro el respectivo alimento que a esa hora era manjar de dioses.” (Apuntes de Kathiuska Barrio A. “Crónica del Cañón de los Perdidos”).
El segundo día caminamos, aproximadamente veinte kilómetros guiados de manera precisa por el sistema de posicionamiento global, del cual nos apoyamos gracias a dos unidades GPS y dos brújulas con las cuales trazamos y seguimos el rumbo durante todo el viaje.

“Temprano por la mañana mucho mas ligeros de equipaje y con el entusiasmo de llegar al cañón retomamos el camino, no puedo describirles la sensación que se tiene al sentirse uno con el desierto, rodeado de arena, con la inmensidad al rededor y mas aun cuando avistamos el tan ansiado Cañón y pudimos ver su inmensidad, me sentí doblemente gratificada por haber logrado llegar y por tener el privilegio de estar en este lugar al que pocos han logrado llegar por ahora, pero que por demás es un lugar que a quien disfruta de la naturaleza es punto obligado de visita” (Apuntes de Kathiuska Barrio A. “Crónica del Cañón de los Perdidos”).

“Luego de las respectivas fotos y recorrido por el lugar fuimos bendecidos por un pequeño oasis donde pudimos refrescarnos y merendar para luego continuar nuestro trayecto; para mi sorpresa en el camino nos aguardaba un oasis que por lo menos triplicaba las dimensiones del oasis donde habíamos merendado, fue muy curioso haber estado rodeada solo de arena, roca y piedras para luego adentrar en un lugar que se confundía con una caminata en la montaña pero a pocos metros sobre el nivel del mar, que mejor lugar para pasar la segunda noche, nos quedamos a pernoctar la segunda noche en este lugar.” (Apuntes de Kathiuska Barrio A. “Crónica del Cañón de los Perdidos”).
A la mañana siguiente iniciamos nuestro tercer día de caminata, veinte kilómetros hasta Puerto Caballas, quedaba atrás el oasis sin nombre atrás y nuevamente nos tocaba retar al árido desierto iquieño, el cual antes permitirnos tocar el mar, nos puso como un último reto atravesar tres kilómetros de dunas bajo el intenso sol de la una de la tarde, poniendo a prueba la técnica y sobretodo nuestras últimas fuerzas, hasta que agotamos la última gota de agua.
“Tercer día y ahora nuestro destino final será Puerto Caballas, volvimos al camino ingresando nuevamente al desierto con sus diferentes texturas y colores envolventes, aproximadamente 4 kilómetros antes de llegar al puerto nos esperaban unas dunas de todas las dimensiones y formas imaginadas, el atravesarlas fue todo un reto, avistaba la orilla del mar que a simple vista estaba muy cerca, pero cada duna que cruzaba solo me hacia llegar a otra y a otra....hasta que al fin luego de un incontable numero de dunas llegamos a la orilla, y a pocos kilómetros nos esperaba nuestro destino final donde nos aguardo un delicioso pescado frito fresco y una gaseosa helada súper refrescante.” (Apuntes de Kathiuska Barrio A. “Crónica del Cañón de los Perdidos”).