viernes, 28 de abril de 2023

CAMINATA: POZO SANTO – CERRO LECHUZA – LAGUNA GRANDE


Nuevamente nos internaremos en uno de los paisajes naturales mas hermosos del planeta: El desierto, una extensa área natural que por momentos nos hace sentir que estamos en la superficie de un planeta lejano e inexplorado y que de pronto nos ofrece los vestigios de una antigua civilización, mostrándonos a lo lejos antiguos geoglifos o los restos de la estatua de la libertad.

Miércoles, siete de la noches, tomamos un bus en la Av. México con destino a Pisco y luego de sufrir la proyección de un par de películas románticas llegamos, casi al borde de la media noche, a nuestro destino: El Desvío a Pisco, en donde nos hospedamos en un hotel de mala muerte que nunca dudó en hacer honor a dicha calificación.


A las seis de la mañana, con los primeros rayos del sol convirtiendo la habitación en un pequeño horno nos alistamos e hidratamos lo más posible, intentado inútilmente de imitar a los camellos, para luego a las siete de la mañana tomar el transporte que nos llevaría al punto de partida: la localidad de Pozo Santo (219 msnm), ubicada a unos veinticinco kilómetros al sur del Desvío a Paracas, a donde llegamos a las siete y treinta de la mañana.


Una vez en el punto de partida procedimos a revisar el equipo: una mochila con 10 litros de líquido, una carpa pequeña, una bolsa de dormir ligera, algo de ropa y los accesorios indispensables para la navegación como el GPS (uno por persona), brújula y mapas, sumado a esto radios, audífonos y alimento para dos días. Revisado el equipo y siendo las ocho de la mañana dimos inicio a la caminata siguiendo el rumbo sureste, el cual nos conduciría hacia el pasado, cerca de la zona del Cerro Lechuza, a unos siete kilómetros al sur de nuestro punto de partida. Agrego aquí una información técnica sobre dicha zona que pude obtener del Boletín Arqueológico de la Pontifica Universidad Católica del Perú:

“Cerro  Lechuza  se  localiza  aproximadamente  siete  kilómetros  al  sur  del  paraje  conocido  como  Pozo   Santo,  inmediatamente  al  sur  del  polígono  de  Tiro  Aéreo  de  la  Fuerza  Aérea  Peruana  «René  García  Castellanos»,  en  el  distrito  de  Paracas,  provincia  de  Pisco.  El  cerro  tiene una  elevación  máxima  de  266  metros sobre el nivel del mar (IGN 2011b). En su lado oeste, el cerro desciende hasta la pampa del mismo nombre por una amplia ladera de suave pendiente con afloramientos de piedras volcánicas de color marrón rojizo oscuro en su superficie. Separado por una quebrada, al este, se encuentra ligeramente más elevado el Cerro Jahuay.



A lo largo de la Pampa Lechuza, se ven algunas concentraciones de vegetación arbustiva. En una de ellas, localizada a unos 800 metros al sur de los geoglifos —donde además crecen palmeras datileras—, encontramos  un  extenso  conchal con  cerámica  tardía  en  superficie.  La  vegetación  es  indudablemente  un indicador de fuentes subterráneas de agua y es probable que tengan relación con el Cerro Jahuay, en tanto jahuay o jagüey es un vocablo que se refiere a un tipo de afloramiento natural de acuíferos (Carrión Ordóñez 1981). Es importante anotar, también, que el cerro está cercano a dos rutas tradicionales de gente que va a la Bahía de la Independencia a realizar faenas de pesca y recolección de mariscos.

Una de ellas parte de Pozo Santo; y otra, de un lugar conocido como La Bandera del sector Vilacurí, localizado ocho kilómetros al este de Pozo Santo.  

En Cerro Lechuza, hemos identificado diez geoglifos emplazados de sureste a noroeste en la parte alta y media de la ladera oeste del cerro (Fig. 3) sobre una extensión estimada de 45 hectáreas. 

Sus coordenadas UTM de referencia son 386.407  E y 8.455.284 (Sistema WGS 84).”  García Soto, R. (2013). Geoglifos paracas de la costa sur: Cerro Lechuza y Cerro Pico. Boletín De Arqueología PUCP, (17), 151-168."

García Soto, R. (2013). Geoglifos paracas de la costa sur: Cerro Lechuza y Cerro Pico. Boletín De Arqueología PUCP, (17), 151-168.



Desde las cercanías del Cerro Lechuza establecimos un nuevo rumbo, con destino a la Laguna Grande, una conocida caleta de pescadores ubicada al norte de la Bahia de la Independencia, ubicada a treinta y tres kilómetros de nuestra mas reciente ubicación, y recorriendo ese día un total de diez y siete kilómetros hasta que nos alcanzó el atardecer. La ruta de ese día fue en ascenso, partiendo desde los 219 msnm en Pozo Santo hasta los 368 msnm el el punto sin nombre, en medio del desierto, donde acampamos, el camino nos ofreció dunas, arena compacta, pequeños oasis (nano oasis a 82 msnm) cuyos brotes de vegetación nos ofrecieron algo de sombra en los momentos de descanso y un afloramiento de agua que nos permitió mojar nuestras prendas para poder enfrentar de mejor manera el efecto del calor un calor otoñal que por diversos factores climáticos no dejaba de ser veraniego.




Acampar en el desierto a las seis de la tarde es igual a tener que enfrentarse contra el viento, el cual no cesará de soplar hasta por lo menos las diez de la noche, hora en la que todo se calma, lo cual sumado al cielo despejado, la luna llena en su cenit y un ambiente templado, nos da la paz necesaria para que el cuerpo y la mente se recuperen y se preparen para el día siguiente.

Antes de dormir la cena: mucho líquido, hasta terminar los cinco litros previstos para ese día, una porción de carne seca  y un par de tamales (uno de maíz y otro de quinua) envasados al vacío y cuyo aporte de calorías y carbohidratos resultaban necesarios y suficientes para recuperar las energías perdidas.


A la mañana siguiente, poco antes de las siete,  el sol convierte la carpa en un pequeño horno, lo cual nos obliga a desayunar rápidamente (galletas de arroz con mermelada y queso, café, mucho café y una lata de atún), levantar el campamento y emprender la caminata. A la una de la tarde alcanzamos el punto mas alto de la ruta, los 471 mssm, y de allí el camino sería un largo y suave descenso hasta Laguna Grande, esquivando o atacando dunas y atravesando vastas extensiones de arena compacta y resquebrajada, dosificando los últimos cinco litros de líquido que nos quedaban y alimentándonos de frutos secos y barras energéticas, escuchando algo de música, identificando al vuelo algunas aves. Al caer el sol completamos los casi cuarenta kilómetros de caminata y arribamos a Laguna Grande:

“…una albufera o laguna costera de agua salobre, ubicada al sur del Perú, en la costa de la provincia de Pisco, en el departamento de Ica, dentro de los límites de la Reserva nacional de Paracas, una reserva natural que protege y conserva muestras representativas de la diversidad biológica de los ecosistemas marino-costeros del Perú. La laguna tiene una superficie aproximada de 310 hectáreas, con una longitud máxima de 3,3 kilómetros en dirección noroeste y sureste, y su anchura oscila entre 1 y 1,4 km.1 El sector de la laguna que da hacia mar abierto está constituido por un cordón litoral oblicuo, cuya longitud alcanza 1,6 kilómetros y está formado por gravas o cantos rodados, que se inicia en forma recta y luego se desvía hacia el noreste, existiendo un estrecho canal de ingreso o abertura, en el lado sureste de 200 metros de longitud, que la comunica durante la pleamar, con las aguas de la bahía de la Independencia, en el océano Pacífico.



Hacia el lado oeste, el borde de la laguna es abrupto con acantilados subverticales compuestos por areniscas y limolitas, mientras que hacia el lado este es más suave con formación de playas de arenas, en parte con acumulaciones de arenas eólicas y vegetación hidromórfica sobre las dunas que rodean la laguna. En esta laguna se desarrollan dos poblaciones dedicadas por completo a la pesca, la más antigua, fundada alrededor de 1930, se encuentra situada en el lado sureste y es conocida como Ranchería. En este lugar existen restaurantes, una posta médica, un embarcadero artesanal así como una oficina de la reserva. En el lado noroeste se ubica el otro asentamiento, fundado en 1984 con el nombre de Sector Muelle, surgió como consecuencia del denominado boom de la concha de abanico, resultado de un fuerte Fenómeno de El Niño que afectó las costas de Paracas entre 1982-1983.”  

(https://es.wikipedia.org/wiki/Laguna_Grande_(Per%C3%BA)

En Laguna donde nos encontramos con un grupo de cilistas muy simpáticos con los acampamos. 

A la mañana siguiente, a eso de las nueve de la mañana, tomamos el transporte a Paracas (El Chaco): Una Land Rover Defender (corta) del año 1976, repotenciada con un motor Toyota, con una inxoidable carrocería de aluminio, que sin ningún problema nos condujo a nuestro destino en menos de una hora. En Paracas nos dimos un merecido descanso, hospedándonos en uno de mis hospedajes favoritos, donde en vez de una habitación nos dan un “camper” con dos baños y una cocina bien equipada donde pudimos preparar un buen desayuno, sumado a eso el recinto cuenta con una piscina en la cual estuvimos buena parte del día para contribuir con el proceso de recuperación.






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